UNA MIRADA AL 8M
Antes de compartir con todo aquel o aquella que desee mi particular mirada sobre el 8 M, a modo iniciático recogeré algunos datos curiosos y poco conocidos sobre el día en cuestión.
Aunque el Día Internacional de la
Mujer fue formalizado por la ONU en el año 1975, el origen del mismo lo
encontramos a principios del siglo XX.
Se cuenta que, en el año 1908 un
grupo de trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York se declararon en
huelga para reclamar mejores condiciones laborales y salariales.
Se cuenta que, el dueño las
encerró e hizo arder la fábrica con las trabajadoras en su interior.
Se cuenta que, las telas que
fabricaban eran de color violeta, y de ahí la relación de dicho color con el
feminismo.
Este no fue un hecho aislado. Las
reivindicaciones feministas fueron sucediéndose a lo largo de los años
venideros, y gracias a ellas las mujeres de hoy en día somos tributarias de los
frutos de aquellas luchas.
A los/las más jóvenes puede resultarles inconcebible que una mujer no pudiese votar, ocupar un cargo público o acceder a una formación profesional. Pero, así era. Y, un siglo más tarde, aún hay que seguir luchando por erradicar la discriminación laboral.
No entraré a valorar lo que
sucede en otras culturas y países menos avanzados que el nuestro, donde las
reivindicaciones por el desarrollo íntegro de las mujeres como persona aún
sigue siendo esencial. Me estoy refiriendo a prácticas tan condenables como la
mutilación genital femenina.
Advierto que, lo que escribiré a
continuación es una opinión muy personal y que, como tal, no resultara del
agrado de todo el mundo.
En mi sector profesional (el
jurídico) no existe mucha discriminación laboral. Al menos, yo siempre lo he
percibido así. Abogadas y abogados podemos tener las mismas oportunidades
profesionales. Máxime si, como en mi caso, no existen obligaciones familiares
que compatibilizar con el trabajo. Me voy acercando al núcleo del nudo gordiano
de la cuestión. La maternidad en el trabajo. En mi humilde opinión:
Cuando una mujer decide voluntariamente solicitar
la reducción de su jornada laboral para ocuparse de la casa y de sus hijos, cuando también podría hacerlo el padre, no
es discriminación laboral.
Cuando una mujer decide voluntariamente ausentarse ella del trabajo para llevar a su hijo al médico, cuando también
podría hacerlo el padre, no es discriminación laboral.
Es decir, no creo que sea justo
incluir en la lacra de la discriminación laboral situaciones que han sido
decididas de forma voluntaria por la propia mujer. No soy madre, pero he visto
y oído a muchas. Tal vez, el logro de erradicar la discriminación laboral lo
alcanzaremos cuando las mujeres dejen de irrogarse el papel de madres
omnipotentes.
Por cierto, cuando un hombre
solicita una excedencia o una baja de paternidad para ocuparse de sus hijos,
pero en lugar de hacerlo los deja con los abuelos y se va a esquiar, NO está
luchando contra la discriminación laboral.
Buenos, ahí lo dejo. ¿Qué
opináis?
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