Rocío
Carrasco, hija de “La más grande”, ha reunido la fuerza suficiente para compartir
públicamente su verdad (el maltrato continuado que sufrió durante años por
parte de su novio/marido y luego exmarido, y sus consecuencias). Para desdecir
todas las mentiras que, gracias al influjo del maltratador, se han ido contando
sobre ella en los medios de comunicación durante años.
A
pesar de la aplastante credibilidad de su testimonio, le está costando. No por
ella, que se explica divinamente. Sino por quienes se resisten a empatizar con
el relato de una víctima de violencia de género. ¡Vamos! Ni en toda una vida
estudiando interpretación se aprendería a fingir semejantes sollozos, falta de
aire al respirar, y a transmitir semejante angustia con sus ojos lagrimosos.
Sin embargo, leo y oigo a algunos cuestionar su veracidad sin ningún escrúpulo.
Al parecer, una mujer maltratada que se expresa con educación, serenidad e
inteligencia, no tiene credibilidad. Al parecer, una mujer peinada, maquillada,
y elegantemente vestida, no tiene visos de haber sido maltratada. Al parecer,
una mujer que es capaz de hablar en un plató de televisión ante millones de personas
también debería ser capaz de hablar con su hija (acusada de maltrato continuado).
Afirmaciones aberrantes donde las haya. No hay más ciego que el que no quiere
ver.
Sin
ánimo de convencer a nadie (o sí), y desde mi conocimiento y experiencia
profesional, lanzo las siguientes explicaciones: A esta señora le impone un
foco lo que a mí la luz de la cocina. La fama ha sido su medio desde que nació
y está más que habituada a ella. Que escoja un plató para explicarse puede
servirle perfectamente como terapia, y no excluye que en un futuro pueda tratar
el tema en privado con su hija. Algo que no podrá hacer hasta que esté
recuperada. Porque, antes que madre se es mujer. Y antes de poder actuar como
madre, debe recuperarse como mujer. ¡Ojo! Hay mujeres víctimas de maltrato
grave continuado que no llegan a recuperarse nunca. Y, quien piense que ser
madre está por encima de todo, incluso de los efectos del maltrato, tiene una
idea de la maternidad muy arcaica. Por último, cuando ella se recupere, algo
que deseo, tengamos en cuenta la dificultad añadida de tener que retomar la relación
con su hija. Una hija que tiene interiorizada la versión de su progenitor
paterno maltratador como la única posible y veraz.
Este
tema da para mucho. El tratamiento del tema que algunos colaboradores y
periodistas están haciendo da para escribir un libro. Revictimizando,
cuestionando, haciendo espectáculo, lucrándose. Algunos de ellos sin tan
siquiera autoridad moral. Otros que tal vez deberían volver a cursar la carrera
de periodismo. En fin, quizás me anime otro día a dar mi opinión sobre ello también.
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