5/13/2024

VOCACIÓN



Año 1996 o 1997, no recuerdo bien. Apenas cuatro años de ejercicio profesional en el ámbito del Derecho penal. Experiencia suficiente para poder responder en comidas familiares a la pregunta: ¿Cómo puedes defender a alguien sabiendo que es culpable?, y para autoconvencerme de que solo hay una cosa que no podría defender: Maltrato a personas vulnerables.

Acude al despacho “ARMENGOL, GÓMEZ DE OLARTE & REYNER, ABOGADOS ASOCIADOS”, una pareja preguntando por mí, preocupados porque les han retirado la tutela de su bebé de pocos meses. Solo habla él, la esposa permanece en todo momento cabizbaja, en shock por lo sucedido y temerosamente paralizada. Faltan casi diez años para que se publique la Ley de violencia de género y empiece a tratarse adecuadamente esta lacra social.

El padre da su versión de lo sucedido que, obviamente, omito por secreto profesional y por respeto.

Al finalizar la visita, les comento que, antes de coger el caso, quiero realizar un estudio previo. Cuando lo hago, les solicito una cuantiosa provisión de fondos, con la esperanza de que no la abonen. Pasan algunas semanas y vuelven a acudir al despacho con la provisión. Como en esos momentos aún no puedo permitirme rechazar ningún caso, acepto llevarlo. Sin alcanzar a imaginar todo cuanto vendría después, sabores a hiel y miel.

Mi primer logro fue sin duda conseguir que la madre acudiera sola al despacho. Para ello debía coger un tren desde la localidad donde vivía y venir a Barcelona. Algo que nunca había hecho, por el mero hecho de pensar que no era capaz de hacerlo.

La conversación que mantuve a solas con la madre aportó explicación y luz a hechos terribles que, nuevamente debo omitir. A partir de ese momento, me dedico en cuerpo y alma a intentar ayudarla a recuperar a su hijo.

Inicio el trabajo recopilando todo tipo de datos objetivos, fácticos y jurídicos. Realizo una investigación por mi cuenta, entrevistando a médicos, familiares y policías municipales.

Resultaría difícil y farragoso resumir en un escrito tantos años de procedimiento (penal y civil), y tampoco es mi intención. Pero, quiero dejar constancia de algunos hechos importantes, por si algún día el olvido acude a mi mente. Por nada del mundo quiero olvidar esta historia. El caso que me hizo crecer como profesional y como persona. El caso que tantas horas de sueño me quitó, y que tanto me hizo llorar (de rabia e impotencia, pero sobre todo de emoción).

1º Una neuróloga y un neurocirujano me confirman que el padre padece un tumor cerebral que le ocasiona ataques incontrolables de ira, desencadenable por el mero llanto de un bebé.

2º La DGAIA (Dirección General Atención a la Infancia y Adolescencia) que tenía asumida la tutela del menor, me dice en persona que hasta que no se resuelva el tema penal el niño se queda tutelado. Negándose a establecer visitas supervisadas del bebé con su madre. Salgo de las Oficinas de la DGAIA con un ataque de ansiedad por cómo me trataron.

3º El padre no llega al juicio porqué fallece previamente, a consecuencia de su dolencia.

4º La madre resulta absuelta al apreciarse la eximente de miedo insuperable. Considerando la Sentencia que nada podía hacer ella para remediar lo sucedido, y que las consecuencias de sus intentos de huida del domicilio con el bebe en brazos podían ser graves.

5º La DGAIA reconoce que la madre era inocente pero que ya no puede devolverle a su hijo porque ha pasado mucho tiempo sin tener contactos con él (Contactos que ellos nunca quisieron establecer), y han iniciado un proceso de adopción. Nuevamente, salgo de aquellas desalmadas Oficinas con la sangre helada.

6º La madre rehace felizmente su vida con una nueva pareja (me invita a su boda) y tiene un segundo hijo. Albergando la esperanza de poder contactar con su hijo mayor, cuando alcance la mayoría de edad.

7º Al cabo de los años, la madre me localiza y vuelve a solicitarme ayuda para contactar con su hijo, ya mayor de edad. Y, como la vida es bonita y a las personas buenas les suceden cosas buenas (o, así debería ser), el encuentro finalmente se produce.

Todo lo que sucede a partir de ese momento es agradecimiento y pura emoción al recordar y explicar esta historia.

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